De donde se declaró el último punto y extremo adonde llegó y pudo llegar el inaudito ánimo de don Quijote, con la felicemente acabada aventura de los leones.
(Tomo II)


Resumen
Don Diego le trata de avisar a don Quijote que probablemente el carruaje que se esta acercando tiene propiedad de la realeza y no deben tocarlo, pero don Quijote piensa que todo lo que se le presenta es una aventura. Mientras don Quijote esta dando un discurso, Sancho se fue a comprar unos requesones de queso a los pastores, quienes no estaban muy lejos. Él después no sabe donde poner los requesones cuando don Quijote lo llama. Sancho entonces, para que no se perdieran, él los mete en el casco de don Quijote pensando que su maestro iba a tener una idea de que hacer con ellos. Cuando Sancho llega, Don Quijote le pide su casco devuelta para prepararse para la batalla. Sancho le devuelve su casco si decirle nada ya que no sabe como decirle que coloco los requesones que compro en su casco. Cuando don Quijote se pone el casco, los requesones se derriten y empieza a bajarle por la cara y la barba. Don Quijote pensó que se le estaba derritiendo su celebro de los oídos. Él le pide un paño a Sancho para limpiarse. Sancho se lo da, todavía sin decirle nada. Don Quijote se quita el casco, mira lo que hay adentro y empieza a oler el contenido de adentro. Se da cuenta que son requesones de queso e inmediatamente se enoja y empieza a culpar a Sancho. Para mantener su inocencia, Sancho le dice a don Quijote que fue el diablo quien le puso los requesones dentro de su casco. Después de haberse limpiado y también su casco, don Quijote se lo pone y se acomoda encima de Rocinante. Guardando su espada y agarrando su lanza, estaba listo para pelear con e diablo él solo.
Cuando se les acerco el carruaje con jaulas, vieron ellos que nadie estaba atendiéndolo excepto el carretero en una mula y otro hombre sentado en la parte de al frente. Don Quijote le empieza a preguntar a donde iban, que tipo de carruaje es, que había adentro y de quien eran las banderas. El carretero le dijo a don Quijote que el carruaje era de el y adentro habían dos leones, los cuales son un regalo para el rey de parte del gobernador de Oran. También le dio que las banderas son del rey para que las personas podían saber que eran propiedad de él. Don Quijote después pregunta si son grandes los leones y el hombre que se sentaba en la puerta del carruaje le dice que sí. El hombre también les informa que él es el guardián y que él ha traído otros leones antes pero no como los que estaba transportando en ese momento. Tenían que avanzar el carretero y él porque los leones tenían hambre y tenían que buscar algún lugar para darle comida. Don Quijote pienso que el carretero y el guardián pensaban que él le tenia miedo a los leones y le pide al guardián que soltara a los leones para derrotarlos y probar su valor. Don Quijote le obliga al carretero que abriera el carruaje, ignorando la advertencia del guardián. Entonces, el carretero le pide a don Quijote si el puede llevarse sus animales y a él mismo a un lugar seguro. Sancho y don Diego siguen al carretero. El guardián se prepara y abre la primera parte de carruaje, la cual es una jaula, y sale el león enorme. El león mira a don Quijote, empieza a bostezar y le da la espalda. Los otros hombres y don Quijote cuentan esto como una victoria. Sacho viene y le pone nombre a don Quijote como el Caballero de los leones por su victoria. Don Diego luego comenta que las acciones de don Quijote eran bastante loca pero de que él habla de una manera sensible. Al escuchar lo que dice don Diego, él admite que sus acciones eran loco pero le dice que es bueno ver un caballero ayudando a otros que necesitan ayuda, actuando valientemente y buscando aventuras. También le dice don Quijote a don Diego que es mejor actuar como un imprudente que actuar como un cobarde. Don Diego invita a Sancho y a don Quijote a su casa para que descansara después de los eventos del día. Después ve viajar por un rato más, Sancho, don Diego y don Quijote llegan al pueblo y a la casa de don Diego.
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“Si son requesones, démelos vuesa merced, que yo me los comeré... Pero cómalos el diablo, que debió de ser el que ahí los puso. ¿Yo había de tener atrevimiento de ensuciar el yelmo de vuesa merced? ¡Hallado le habéis el atrevido! A la fe, señor, a lo que Dios me da a entender, también debo yo de tener encantadores que me persiguen como a hechura y miembro de vuesa merced, y habrán puesto ahí esa inmundicia para mover a cólera su paciencia y hacer que me muela, como suele, las costillas. Pues en verdad que esta vez han dado salto en vago, que yo confío en el buen discurso de mi señor, que habrá considerado que ni yo tengo requesones, ni leche, ni otra cosa que lo valga, y que si la tuviera, antes la pusiera en mi estómago que en la celada.” —Sancho Panza (Don Quijote de la Mancha por Miguel de Cervantes, Capítulo XVII)
“¿Leoncitos a mí? ¿A mí leoncitos, y a tales horas? Pues, ¡por Dios que han de ver esos señores que acá los envían si soy yo hombre que se espanta de leones! Apeaos, buen hombre, y, pues sois el leonero, abrid esas jaulas y echadme esas bestias fuera, que en mitad desta campaña les daré a conocer quién es don Quijote de la Mancha, a despecho y pesar de los encantadores que a mí los envían.” —Don Quijote (Don Quijote de la Mancha por Miguel de Cervantes, Capítulo XVII)
“Séanme testigos cuantos aquí están cómo contra mi voluntad y forzado abro las jaulas y suelto los leones, y de que protesto a este señor que todo el mal y daño que estas bestias hicieren corra y vaya por su cuenta, con más mis salarios y derechos. Vuestras mercedes, señores, se pongan en cobro antes que abra, que yo seguro estoy que no me han de hacer daño.” —El leonero (Don Quijote de la Mancha por Miguel de Cervantes, Capítulo XVII)
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